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La Peña de Arias Montano, un rincón para la desconexión en Alájar

La Sierra de Aracena reúne múltiples espacios cargados de magia y simbolismo. Lugares, en los que la Naturaleza exuberante es un espectáculo por sí misma. Donde el simple gesto de sentarse y contemplar todo lo que te rodea llenan por completo tus sentidos. O donde vivir experiencias vitales muy lejos de la rutina estresante de nuestro día a día.

Este rincón de la provincia de Huelva —cuyas dehesas están catalogadas como Reserva de la Biosfera por la Unesco y con una masa de castañar única en Andalucía occidental—ha sido, históricamente, lugar de descanso y refugio para personas que querían alejarse del mundanal ruido. Y no hablamos exclusivamente de personajes contemporáneos de nuestra época.

El corazón del Parque Natural Sierra de Aracena y Picos de Aroche presume, con motivos, de espacios tan singulares como la Peña de Arias Montano de Alájar. Este travertino es punto de visita obligada para fieles y devotos de la Reina de los Ángeles, Patrona de la Sierra, y que tiene aquí su santuario. De hecho, cada 8 de septiembre, se celebra aquí una multitudinaria romería que bien merece conocer para disfrutar de la hospitalidad de los vecinos de la Sierra de Aracena que se reúnen.

Pero más allá de la vertiente religiosa, la Peña de Alájar es rincón de desconexión. En el amplio sentido de la palabra. Así lo vio Benito Arias Montano (1527-1598), célebre humanista nacido en la vecina Fregenal de la Sierra (Badajoz) quien hizo de la Peña su lugar de retiro y estudio. Como él mismo reconocía en una carta a Gabriel de Zayas:

Estancia es, que por ninguna ciudad la trocaría por no haber visto en cuanto he andado en España ni aún en otras provincias, un sitio semejante a éste de la Peña de Aracena en el cual concurren muchas cosas naturales, como son la altura del lugar, templanza del cielo, y sanidad de la habitación, abundancia de aguas, anchura de cielos y muy muchas otras partes a propósito de un acomodado retiramiento, mayormente no habiendo en esta Andalucía estancia más fresca para el estío que ésta, y estando a catorce leguas de Sevilla (…). Porque perpetuamente tiene verdura de monte, y pasto de yerba y diversos frutos que caen de las matas, y es caliente, donde jamás cuaja nieve y abunda en muchas partes de agua (…). Juntas todas las bellezas naturales que este lugar posee no creo haya pieza en Europa que le lleve ventaja

El paso de los años hizo que la propia Peña adoptase como apellido a su más célebre morador, aunque mucho antes de su paso está constatada la celebración de rituales paleocristianos en algunas de sus cuevas o de eremitas, que se evadían del mundo en este paraje. Cuevas que, incluso, acogen poblaciones de murciélagos protegidos.

Hoy día, la visita a la Peña nos permite disfrutar con algunas de las vistas más espectaculares de la Sierra: de la propia Alájar y todo su término municipal, rodeado por la dehesa y el castañar. Pero también de la frescura del agua que (casi) nunca falta en sus manantiales, esenciales para comprender la fisonomía de este monumento natural, Balcón de la Sierra.

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